Capacitar a los creyentes locales de países donde la persecución es un desafío diario y compartir el evangelio se restringe, es esencial para llegar a la gente con las buenas nuevas.
Durante la semana, Maya lleva cinco máquinas de coser a cinco comunidades distintas para enseñar costura entre 30 y 60 mujeres. Las clases suelen darse en espacios reducidos: «Es una locura y abrumador, pero nos encanta igual», comenta su colega Martha.